[4][ Adanedhel] Los cuatro líderes

- Adanedhel, siéntate correctamente y mantente en pose erguida – el reproche de Brerhiol vino acompañado de manos que tomaron el cuerpo de la joven enderezándola tal como había dicho que se ponga. Ella lo miró de reojo y volvió a concentrarse en la lectura del libro que tenía entre sus manos conservando la postura en la que la habían colocado.

Podía pasar horas completas leyendo en la misma posición en la que Brerhiol la acomodaba sin movimiento alguno más que su mano dando vueltas una nueva hoja y sus ojos pestañeando de vez en cuando.

A su lado, vestido con una túnica azul con bordados de plata, Nerhil estudiaba largos tomos de magia e investigaba algunos libros secretos que solo a él le estaban permitidos.

Aquel lugar, una biblioteca pequeña y atiborrada de libros y olor a humedad, se encontraba en una de las tantas cámaras que tenía el refugio donde la tropa se asentaba por períodos.

Lejos de ser algo que los que habitaban pudieran llamar hogar, aquello no era otra cosa que un pequeño templo oscuro levantado sobre las ruinas de una antigua capilla de Bane en uno de los rincones del Valle de las Sombras.

Allí, los misceláneos miembros de aquel grupo pasaban algunas temporadas en preparativos, y luego de las cacerías y los festejos partían como siempre en búsquedas diversas, misiones efímeras y demás tareas que todos se veían deseosos de cumplir y que no eran más que los nefastos caprichos del líder opacados lo más de las veces por los intereses individuales de quienes debían cumplirlos.

Se escucharon pasos de botas metálicas en la sala contigua, Adanedhel se puso en pie de golpe soltando el libro que tenía entre sus manos sobre la mesa sin mucho reparo y caminando torpemente hacia el costado de la puerta mientras se colocaba la capucha que le cubría el rostro lo más rápido que sus manos se lo permitían.

Un hombre alto y fornido atravesó la puerta abriéndola de golpe segundos después. Brerhiol lo miró con rostro asqueado.

- qué quieres?

- Asesinaron al Jefe, los líderes mandan reunión – la voz tosca del hombre hacía el juego perfecto con sus facciones rudas y austeras. Sin disimulo observó uno a uno los presentes reparando en el muchacho parado junto a la puerta que siempre llevaba el rostro cubierto. Brerhiol interrumpió su inquisidora mirada.

- Iré en un momento, y la próxima vez golpea antes de pasar como si nada. Un soldado mediocre como tú no tiene derecho a interrumpir el tiempo de estudio de mi hijo…

- A menos que quieras morir quemado…-interrumpió Nerhil mientras jugaba con un pequeño frasco que contenía un líquido rojizo y de apariencia efervescente.

El hombre retrocedió un paso y llevó rápidamente su mano a la empuñadura de su espada mirando a Nerhil con los ojos entrecerrados y el seño fruncido en un notable estado de enojo. Brerhiol intercedió para apaciguar la tormenta poniéndose entre ambos dando la espalda a su hijo y mirando a los ojos al guerrero.

- Si yo fuera tu alejaría la mano del puño de la espada, si quieres morir que sea fuera de este sitio, pero aquí no vendrás a imponerte y mucho menos lanzándote contra mi hijo…- el enorme y adusto humano hizo un movimiento alejando su mano de la espada y refunfuñando unos cuantos insultos salió por la puerta por la que había entrado. Nerhil echó a reír alocadamente, y Brerhiol suspiró en secreto recuperando la calma, no era su hijo el que le preocupaba en aquel momento.

Con el tiempo estas cosas habían comenzado a perturbarlo de una manera inexplicable.

Brerhiol no era ni más ni menos que un asesino. Había aprendido desde pequeño el arte del manejo de la espada cuando aún vivía en Cormyr junto a sus padres. Con las múltiples desgracias que llevaron a la ruina y al trabajo prácticamente como esclavo a su padre, lejos de su lugar natal, había tenido que aprender a mantenerse robando y aceptando algunos que otros trabajos sucios para los cuales siempre había demostrado una fría e inquebrantable facilidad capaz de perturbar a más de uno.

Luego de haber sido uno de los cuatro artífices de la caída de los templos más poderosos e influyentes de la Red Negra en las tierras de los valles, Brerhiol se había unido, junto a los otros tres, a la tropa y había pertenecido a ella por más de cincuenta años, aceptando al líder y sus caprichos y beneficiándose con los rituales y conjuros que éste solía hacer para fortalecerlos en sus misiones. Muchos lo consideraban un potencial peligro, siempre en calma y con una fuerte impostura de seguridad, pero siempre en alerta cuidando todos sus flancos, sin embargo ahora, lejos de estar tranquilo y frío como siempre, se encontraba extrañamente nervioso.

Recorrió el camino que lo separaba de la sala central con cautela, antes de entrar a la capilla tomó aire, acomodó los vendajes negros que recubrían sus manos y abrió despacio la puerta.

Sus ojos se crisparon y la piel se le erizo por un instante al ver aquella escena como si fuera no más que una pintura, la obra maestra de un macabro artista.

Entró en la habitación y se acercó al altar con prudencia, aunque demás alerta por el hecho de no encontrar a nadie allí.

De uno de los costados aparecieron los otros tres a los que Brerhiol ya conocía y muy bien. Traían un cuerpo a rastras…traían sin vida el cuerpo del que todos llamaban “jefe” de la tropa.

Uno de ellos se adelantó para hablar con el asombrado Brerhiol que durante unos largos minutos había quedado sorprendido con la situación. Le explicaron las novedades…y él sonrió por lo bajo mientras un joven humano, de no más de 25 años entraba ataviado por completo de negro vistiendo una túnica y tomaba posición junto al altar sosteniendo en su mano un símbolo sagrado de plata.

Brerhiol bajó la cabeza apenas sacudiéndola en negativa. Esta podía ser su única oportunidad…. Los otros tres hicieron lo propio.

Sobre el cadáver del sacerdote, ex líder de aquella macabra y miscelánea tropa, el oscuro clérigo, ahora la nueva figura al mando, impartió para los presentes una misa sacrílega en honor a su dios.

Aquella noche Brerhiol no pudo dormir, sus ojos se entornaron perdido en algún pensamiento.

No se alertó al resto de lo ocurrido, en dos días habría una gran reunión en la que se decidiría el próximo destino y la próxima búsqueda. Hasta ese entonces las cosas seguirían con la relativa normalidad de siempre…

Nerhil observó con cautela a su padre y dedicó parte de su tiempo de estudio a vigilar los movimientos y conversaciones de éste con su hermano Serie. Algo le olía demasiado mal y estaba pensando ya que tenía que ver con Serie y su asenso como guardia negro…